¿Cómo se recuperaron las Grandes Llanuras tras el Dust Bowl?

02.12.2025

Hoy, las praderas de las Grandes Llanuras de Estados Unidos parecen verdes y productivas. Pero hace apenas una vida humana, aquella región era un desierto desolado, despojado de suelos fértiles. Mientras la economía se hundía en la Gran Depresión, millones de hectáreas de pradera quedaron literalmente reducidas a polvo, arrastradas por vientos implacables durante el desastre ambiental conocido como el Dust Bowl. Siempre me ha fascinado este episodio y sus causas, pero un día me pregunté: ¿qué vino después? ¿Cómo se restauraron las Grandes Llanuras? Y, ¿realmente se han recuperado? La crisis impulsó a personas, presidentes y gobiernos a tomar medidas inéditas y esperanzadoras, pero la sostenibilidad a largo plazo de la región sigue siendo incierta.

Por Kathelijne Bonne. Edición española: Silvia Zuleta Romano. Apoya a GondwanaTalks con una donación puntual o recurrente.

"Una nación que destruye su suelo se destruye a sí misma", dijo el presidente Franklin D. Roosevelt mientras las tormentas de polvo oscurecían el cielo. Sus palabras eran metafóricas, pero también agudamente literales. Sin suelo, no somos nada. Norteamérica lo aprendió por las malas durante el Dust Bowl en los años 1930, también llamados los Dirty Thirties. Aerosoles de polvo negro eran todo lo que quedaba de la fértil tierra oscura del Medio Oeste.

Hace unos años me entrevistaron en una radio española sobre esta catástrofe, a raíz de que un primer artículo en GondwanaTalks que mencionaba el Dust Bowl que llamó la atención de un periodista. La desertificación – como la que ocurre en España y otros lugares – es una causa muy conocida de erosión eólica.

Pero había un ángulo del que aún no se había hablado y me preguntaron: ¿Cómo se regeneraron las Grandes Llanuras y sus suelos? ¿Volvieron las tierras negras?

¿Se han recuperado de verdad las legendarias praderas, antaño territorio del bisonte?

Antes del Dust Bowl

En el siglo XIX, las Grandes Llanuras (que ocupan partes de Texas, Oklahoma, Kansas, Colorado y Nuevo México) eran todavía un territorio casi prístino: extensas praderas repletas de bisontes y perritos de las praderas. La vegetación estaba formada por gramíneas resistentes a la sequía, cuyas raíces profundas anclaban el suelo e impedían la erosión incluso con fuertes vientos. Los suelos de pradera suelen ser extremadamente ricos en humus, que les da ese color oscuro. En la clasificación de suelos, este tipo se conoce como Molisoles (presentes en la pampa argentina, las praderas norteamericanas y conocidos como los chernozems de Ucrania y Rusia).

Una casa de la pradera.
Una casa de la pradera.

Hacia el oeste: la Ley de Asentamientos familiares (Homestead Act) de 1862

Mientras tanto, los inmigrantes europeos llegaban a la costa este y avanzaban hacia el oeste. Exactamente 119 años antes de que yo naciera, Lincoln firmó la Homestead Act de 1862. Miles de agricultores recibieron permiso para instalarse en el oeste y cultivar la tierra a gran escala. Las praderas se araron hasta convertirse en un mosaico inmenso de campos agrícolas. Los altos precios del grano y la mecanización – en especial la llegada de potentes arados de acero y tractores –impulsaron una expansión agrícola sin precedentes. El salvaje Oeste fue perdiendo su carácter salvaje.

Las tierras antes protegidas por las raíces profundas de las gramíneas quedaron convertidas en campos que permanecían desnudos gran parte del año. Sin las hierbas, el suelo perdió su protección natural.

Y luego llegaron la sequía extrema y el viento. Mucho después, los científicos atribuyeron esta prolongada "mega-sequía" al fenómeno ENSO (El Niño–Oscilación del Sur). Aunque la falta de lluvia tuvo causas naturales, la gestión depredadora del territorio agravó enormemente los efectos. La resiliencia natural había desaparecido. El suelo seco, desprotegido y empobrecido se convirtió en polvo. Y entonces vinieron las tormentas.

"Black blizzards"

Lo que siguió fueron años de tormentas de polvo negro (black blizzards) con proporciones apocalípticas. Los agricultores veían sus campos y sus máquinas quedar sepultados bajo dunas negras. El sol casi no se veía. Lugares como Amarillo y Dodge City quedaron envueltos durante semanas en una espesa neblina oscura. Las zonas más afectadas fueron los panhandles de Texas y Oklahoma. Personas y animales enfermaban y morían por enfermedades pulmonares, las cosechas fracasaban y miles de familias abandonaban sus granjas. Muchas se dirigieron a California con la esperanza de una vida mejor, pero allí tampoco fueron bien recibidas.

1935, Oklahoma.
1935, Oklahoma.
Madre refugiada y niño, 1939, fotografiada por Dorothea Lange.
Madre refugiada y niño, 1939, fotografiada por Dorothea Lange.

Cambio de paradigma: el suelo no es un recurso inagotable

El gobierno de EE. UU. intervino bajo la presidencia de Roosevelt, quien puso en marcha el New Deal. La creación en 1935 del Soil Conservation Service, a partir del Soil Erosion Service, fue un punto de inflexión. Esta organización fue fundada por el edafólogo Hugh Hammond Bennett, un pionero que ya en los años veinte advertía que la erosión del suelo era una grave amenaza ambiental. Sus ideas lo hicieron impopular entre colegas que consideraban el suelo un bien común indestructible:

"El suelo es el único recurso indestructible que posee la nación... el único que no puede agotarse".

Ese pensamiento empezó a derrumbarse cuando llegaron las tormentas de polvo. Por primera vez, la salud del suelo se convirtió en una responsabilidad nacional. Científicos, agrónomos y agricultores colaboraron para reducir los efectos devastadores de la erosión. A pesar de los presupuestos insuficientes y los obstáculos políticos, se pusieron en marcha numerosos programas para recuperar aquel paisaje devastado y devolverle la vida.

El objetivo era estabilizar el suelo y evitar nuevas tormentas. ¿Cómo frenar el viento? ¿Cómo retener el suelo? ¿Cómo impedir que la tierra fértil se convirtiera en polvo? Estas eran las preguntas cruciales de aquella época. Lo que había que hacer recordaba casi a la "terraformación": la idea de la ciencia ficción de convertir un planeta sin vida en un entorno habitable.

La mayor campaña de reforestación de la historia: arboles como barreras contraviento

"¡Las granjas de las Llanuras necesitan árboles!"

Así comenzó una inmensa campaña de plantación de árboles. El Shelterbelt Program tomó forma, más tarde llamado Prairie States Forestry Project. Se plantaron millones de árboles alrededor de los campos, formando barreras cortavientos para reducir la fuerza del viento y evitar la evaporación del agua del suelo.

Jamás se había visto una campaña de reforestación tan amplia y rápida. Es alentador saber que, en una emergencia, es posible actuar a gran escala (aunque siempre es mejor prevenir la crisis). Los eslóganes de entonces encajarían perfectamente en la era actual de sequías y olas de calor:

"Los árboles previenen la erosión eólica, conservan la humedad, protegen los cultivos y contribuyen a la felicidad".

Entre 1935 y 1942 se plantaron unos 220 millones de árboles en 48.000 km², en una franja que abarcaba desde Dakota del Norte y del Sur, Nebraska, Kansas y Oklahoma hasta Texas: prácticamente de Canadá a México. En las provincias canadienses de Alberta, Manitoba y Saskatchewan también se lanzó un programa de cortavientos y otras técnicas de conservación del suelo.

Más medidas para reparar el Dust Bowl

Agricultura sin arado (no-till)

El arado indiscriminado fue una de las causas del Dust Bowl. Para reducir la erosión, se fomentó la construcción de terrazas, el laboreo en curvas de nivel y, sobre todo, la práctica de no labrar o labrar lo mínimo. Los agricultores aprendieron la importancia de la rotación de cultivos, de los cultivos de cobertura y de los periodos de descanso del suelo. En las zonas más dañadas, incluso se retiraron tierras de la producción para devolverlas a la naturaleza.

Heno y gramíneas nativas

Esperar simplemente a que regresaran las praderas naturales habría llevado décadas (25 a 40 años). El llamado método del heno consistía en sembrar mezclas de gramíneas, sobre todo especies nativas como blue grama. La técnica funcionó y permitió usar la tierra para pastoreo o para producir heno.

Ya no dependían de la lluvia

Desde los años cincuenta, la agricultura dejó de depender exclusivamente de la lluvia gracias al descubrimiento del enorme acuífero de Ogallala, un sistema gigantesco que abastece a toda la región.

Con el tiempo, las tormentas de polvo disminuyeron y el suelo empezó a recuperarse lentamente. No solo germinaron semillas: también surgieron nuevas ideas en torno a la conservación del suelo. La producción de alimentos y la conservación del medio natural debían ir de la mano.

El acuífero de Ogallala.
El acuífero de Ogallala.

Menos tormentas, pero ¿de verdad se ha recuperado la región?

A pesar de esta nueva "conciencia del suelo", algunos métodos supuestamente destinados a la recuperación eran controvertidos. Los fertilizantes, pesticidas y la irrigación masiva aumentan la productividad, pero solo dentro de un modelo económico rápido y extractivo. Hoy, a simple vista, la región parece próspera, pero su situación no es sostenible.

Las Grandes Llanuras del siglo XXI forman un mosaico geométrico de círculos de riego: enormes aspersores giratorios que riegan campos perfectamente redondos. Al menos un 10 % del acuífero Ogallala ya se ha agotado; la demanda sigue creciendo y, cuando se consuman sus reservas, se necesitarán unos 6000 años para que vuelva a recargarse.

Kansas.
Kansas.

La regeneración es lenta

La regeneración del suelo está lejos de ser completa. El horizonte superficial de humus – la capa negra y rica de los Mollisoles – se erosionó por completo y no se regenera rápidamente. La formación de humus no puede acelerarse artificialmente a gran escala. Aquellas capas oscuras, que antaño eran extremadamente profundas, tardaron siglos en formarse. En los panhandles de Texas, Kansas y Oklahoma no han regresado del todo, y los suelos siguen siendo más delgados y vulnerables.

No obstante, la recuperación es más rápida donde los agricultores adoptan prácticas sostenibles. Allí, el material orgánico vuelve poco a poco, sea por compost o por biodiversidad, lo que aumenta el contenido de carbono del suelo.

Cada vez más agricultores recurren a la agricultura regenerativa. Es la única vía viable, especialmente ahora que el calor extremo provoca pérdidas de cosechas cada vez más frecuentes.

Los cultivos de las Grandes Llanuras: ¿alimento para quién?

Los cultivos predominantes dan mucho que pensar. No sorprende que, como en otras partes del mundo, se produzca sobre todo alimento para ganado. En Kansas y Oklahoma, el trigo sigue siendo un cultivo clave. En el sur (Texas y Nuevo México), se ha pasado a cultivos secos como el sorgo y el algodón, que requieren poca o ninguna irrigación. El heno sigue siendo uno de los cultivos más extendidos, especialmente hacia el oeste, cerca de las Montañas Rocosas. También se cultivan maíz y soja en grandes cantidades. Una parte sustancial de estos cultivos – trigo, maíz, soja y sobre todo heno – se destina a alimentar los animales que se convertirán en comida para humanos.

El objetivo de tantos cultivos, de tanto esfuerzo, inversión y riesgo es producir carne. Mientras se necesiten enormes cantidades de energía, agua, tierra y cultivos para la ganadería, la recuperación a largo plazo de las Grandes Llanuras como bioma no será posible. Producir carne requiere más de diez veces los recursos de una dieta basada en plantas o flexitariana. 

Puede calcularse fácilmente, pero basta observar la sabana para entenderlo visualmente: cientos de herbívoros sustentan a apenas unos pocos carnívoros. La proporción natural en todo el planeta es de entre 10 y 100 herbívoros por cada carnívoro. "No hay espacio en el planeta para miles de millones de consumidores de carne", advierte David Attenborough.

El hecho es que, más allá del debate sobre la carne, las Grandes Llanuras lograron superar el Dust Bowl gracias a la agricultura regenerativa y a la reforestación, pero su aparente prosperidad se debe también a métodos contaminantes (fertilizantes artificiales), tóxicos (pesticidas) y extractivos (agua subterránea).

No deberíamos considerar el Dust Bowl como un desastre olvidado de un pasado polvoriento. Quizá sea una advertencia de lo que está por venir. Una lección esperanzadora, sin embargo, es que plantar árboles, y regenerar naturaleza, puede hacerse muy rápido si realmente queremos.

Hay mucha sabiduría en este dicho tuareg que me encanta:

"La diferencia entre un jardín y un desierto no es el agua, sino el hombre".

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El suelo es un universo. Sigue leyendo los artículos sobre el oro negro de Ucrania, sobre Cataluña y Fuerteventura, sobre la salinización del suelo en todo el mundo, pero especialmente en Australia, sobre el nitrógeno de los fertilizantes y su impacto, sobre las inundaciones en Valencia y su relación con el suelo, y sobre el impacto de la carne frente a él de volar.

Kathelijne: Como amante de la naturaleza y científica de la Tierra, me intriga cómo interactúan la vida, el aire, el suelo, las rocas, el océano y las sociedades en escalas de tiempo geológicas y humanas.

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Fuentes

Wenger, L.E. (2000). 1941 RE-ESTABLISHING NATIVE GRASSES BY THE HAY METHOD.